sábado, 1 de diciembre de 2007

La Batalla de Uhud

La victoria de Badr alertó a las fuerzas hostiles de la península. Los musulmanes estaban en un estado de inquietud y soportaron la ira de muchas sociedades vecinas.
Las tribus judías de Medina no tenían intención de cumplir con su tratado con el Mensajero después de su Hégira. Durante la Batalla de Badr apoyaron a los politeístas de La Meca; después alentaron abiertamente al Coraich y a las otras tribus árabes a unirse contra los musulmanes. También colaboraron con los Hipócritas quienes en apariencia eran una parte integrada del cuerpo político musulmán.
Para sabotear la divulgación del Islam empezaron a avivar las llamas de la antigua animosidad entre Aws y Jazray, dos tribus musulmanas de Medina. Kab ibn Ashraf, el jefe de Banu Nadir, fue a La Meca y recitó elegías conmovedoras en memoria de los hombres asesinados de La Meca en Badr para provocar al Coraich a nuevas hostilidades. Él también calumnió a los musulmanes y satirizó al Profeta en sus poemas.
La violación de la tribu judía para con las obligaciones del acuerdo rebasó todos los límites razonables. Unos meses después del Badr, una mujer musulmana fue tratada indecentemente por unos judíos de Banu Qaynuqa, la tribu judía con mayor sentimiento anti-musulmán. Durante la pelea que tuvo lugar a continuación, un musulmán fue martirizado y un judío fue asesinado. Cuando el Mensajero les reprochó por esa conducta vergonzosa y les recordó las obligaciones de su trato, los judíos lo amenazaron diciéndole: “No os engañe haberos encontrado con unos hombres que no tienen conocimiento de guerra. Tuviste suerte. Por Allah, si os combatimos, vais a saber que somos hombres de guerra”.
Al final, el Mensajero atacó al Banu Qaynuqa, los derrotó y los desterró a los alrededores de Medina. Además, bajo orden del Mensajero, Muhammad ibn Maslama mató a Kab ibn Ashraf y acabó con sus actividades sediciosas.[1]
Las razones de la guerra. El Coraich todavía estaba resentido de su derrota en Badr. Sus mujeres lloraban casi todos los días la muerte de sus guerreros y alentaban a los supervivientes a vengarse de ellos. Además, los esfuerzos de los judíos por alentar el sentimiento de venganza eran como echar leña al fuego en este conflicto. En el período de un año, el Coraich atacó a Medina con un ejército de tres mil soldados, incluyendo setecientos con cotas de malla y doscientos soldados de caballería.
Informado de la marcha de los de La Meca hacia Medina, el Mensajero consultó a sus Compañeros sobre cómo afrontar esta amenaza.[2] Había soñado que estaba con su cota de malla y su espada dentada y que algunos bueyes habían sido sacrificados. Según su interpretación este sueño significaba que ellos deberían defenderse dentro de los límites de Medina y un miembro destacado de sus parientes sería martirizado junto con algunos Compañeros.[3] Él también sabía que el ejército de La Meca venía a luchar a campo abierto. Así, si los musulmanes se defendían dentro de Medina, el ejército de La Meca no podía sitiarlos por mucho tiempo. Volvió a recalcar que los musulmanes representaban la paz y la seguridad y que debían recurrir a la fuerza sólo para eliminar un obstáculo en el camino de la predicación del Islam o para defenderse a si mismos, su fe o su país.
Sin embargo, varios jóvenes anhelaban el martirio. Tristes por no haber combatido en el Badr, querían luchar con el enemigo en las afueras de Medina. El Mensajero cedió frente a la demanda de la mayoría en última instancia. Estos jóvenes se arrepintieron, después de la advertencia sobre su insistencia de los mayores, y cuando éstos le informaron de eso al Mensajero, él les contestó: “No es apropiado de un Profeta despojarse de la cota de malla una vez que se la haya puesto”.[4]
Habiendo decidido seguir a la mayoría, el Mensajero y mil guerreros salieron de Medina hacia Uhud, una montaña volcánica sólo a unas millas en las afueras hacia el oeste. Su principal característica era una llanura que se extendía ante ella. Sin embargo, cuando estaban sólo a mitad de camino Abdallah ibn Ubayy ibn Salul regresó junto con sus trescientos hombres.[5] Este acontecimiento, que tuvo lugar justo antes del comienzo de la batalla, causó tanta perplejidad y confusión entre la gente que las tribus Banu Salama y Banu Hariza también quisieron volver pero finalmente fueron persuadidas de que se quedaran.
El ejército musulmán estaba formado por setecientos soldados mal equipados. El Mensajero los alineó a los pies del Monte Uhud de modo que la montaña quedara atrás y el ejército del Coraich delante de ellos. El enemigo podría lanzar un ataque sorpresa sólo pasando por un paso de montaña. Por eso El Mensajero dejó cincuenta arqueros ahí bajo las órdenes de Abdallah ibn Yubayr. Les dijo que no dejara a nadie acercarse a este punto ni moverse de ahí añadiendo: “Aunque veáis que los buitres llevan nuestra carne, no os mováis de aquí”.[6]
Musab ibn Umayr era el portaestandarte, Zubayr ibn Awwam dirigía la caballería y Hamza la infantería. El ejército estaba listo para combatir. Para alertar a sus Compañeros, el Profeta preguntó señalando la espada que tenía en la mano: “¿Quién quería tener esta espada a cambio de dar su precio debido?” Abu Duyana preguntó: “¿Cuál es su precio?” “Luchar con ella hasta que quede rota”, dijo el Profeta. Abu Duyana la tomó y luchó.[7] Sad ibn Abi Waqqas y Abdallah ibn Yash pidieron a Allah que les dejara encontrarse con los soldados enemigos más fuertes. Hamza, el tío del Profeta y el “León de Allah” llevaba una pluma de avestruz en el pecho. El versículo revelado para describir a las personas devotas alrededor del Profeta da ejemplos de los Profetas anteriores:
¡Cuántos profetas ha habido a cuyo lado lucharon multitud de seguidores y no se desanimaron por lo que les afligía en el camino de Allah ni flaquearon ni buscaron descanso! Allah ama a los pacientes. Tan sólo dijeron: ¡Señor nuestro, perdónanos las faltas y que hayamos ido más allá de los límites en aquello que es de nuestra incumbencia; afirma nuestros pasos y auxílianos contra el pueblo incrédulo! Y Allah les dio la recompensa de esta vida y la hermosa recompensa de la Otra. Allah ama a los que hacen el bien (3:146-48).
En la primera etapa, los musulmanes derrotaron al enemigo tan fácilmente que Abu Duyana, con la espada que el Profeta le había dado, se internó por el centro del ejército coraichí. Allí se encontró con Hind, la mujer de Abu Sufyan (el comandante de los Coraichíes). Pensó en matarla pero después “para no mancillar la espada recibida del Profeta con la sangre de una mujer” la perdonó.[8] Ali mató a Talha ibn Abu Talha, el portaestandarte del enemigo. Todos los abanderados del Coraich fueron matados por Ali, Asim ibn Zabit o Zubayr ibn Awwam. Después de eso, los abnegados héroes del ejército musulmán como Hamza, Ali, Abu Duyana, Zubayr y Miqdad ibn Amr se lanzaron a si mismos contra el enemigo y lo derrotaron.
Cuando el enemigo empezó a huir, los musulmanes juntaron el botín de guerra. Los arqueros en el paso de montaña vieron eso y se dijeron: “Allah derrotó al enemigo, y nuestros hermanos están reuniendo el botín. Vamos, unámonos a ellos”. Abdallah ibn Yubayr les recordó la orden del Profeta pero ellos replicaron: “Él nos lo ordenó sin saber el resultado de la batalla”. Todos salvo unos pocos abandonaron su puesto y empezaron a reunir trofeos de guerra. Jalid ibn Walid, aún un infiel y comandante de la caballería del Coraich, aprovechó esta oportunidad para llevar a sus hombres alrededor del Monte Uhud y atacó a los flancos musulmanes a través del paso. Las fuerzas reducidas de Abdallah ibn Yubayr no pudieron repelerlos.
Los soldados enemigos que se habían retirado volvieron de nuevo y participaron en el ataque desde el frente. Ahora, la batalla se volvió en contra de los musulmanes. Ambos ataques repentinos realizados por las fuerzas superiores causaron una gran confusión entre los musulmanes. El enemigo quiso agarrar vivo al Profeta o matarlo, y por eso lo atacaron por todos los lados con espadas, lanzas, arcos y piedras. Los que le defendieron lucharon heroicamente.
Hind, habiendo perdido a su padre y a sus hermanos en el Badr, instó a Wahshi, un esclavo negro, a que matara a Hamza. Cuando las escalas volvieron, Hamza luchó como un león furioso. Había matado casi treinta hombres cuando la lanza de Wahshi le traspasó justo arriba del muslo. Hind se presentó ahí y le ordenó a Hamza que se le abriera el estómago. Y después ella mutiló su cuerpo y mordisqueó su hígado.[9]
Ibn Kamia martirizó a Musab ibn Umayr, el portaestandarte de los musulmanes quien había luchado delante de él. Musab se parecía al Mensajero tanto en el físico como en el carácter y eso hizo que Ibn Kamia pensara y anunciara que había matado al Mensajero. Mientras tanto, el Mensajero había sido herido por una espada y por algunas piedras. Se cayó en un pozo y estando sangrando profusamente levantó las manos y rezó: “Oh Allah, perdona a mi gente, porque ellos no saben (la verdad).”[10]
El rumor sobre el martirio del Profeta hizo que muchos Compañeros perdieran el coraje. Además de los hombres como Ali, Abu Duyana, Sahl ibn Hunayf, Talha ibn Ubaydullah, Anas ibn Nadr y Abdallah ibn Yash, que lucharon abnegadamente, algunas mujeres musulmanas oyeron el rumor y corrieron al campo de batalla. Sumayra, de la tribu Banu Nadir, había perdido a su marido, a su padre y a su hermano. Ella sólo preguntaba por el Mensajero. Cuando lo vio dijo: “¡No son nada las desgracias para mi mientras tú estés vivo Oh Mensajero!”[11]
Umm Omara luchó ante el Mensajero tan heroicamente que él le preguntó: “¿Quién más podría aguantar eso que tú aguantas?” La gran mujer aprovechó esa oportunidad para pedirle que rezara por ella: “¡Oh Mensajero de Allah, reza a Allah para que pueda estar en tu compañía en el Paraíso!” El Mensajero lo hizo y después ella respondió: “Desde ahora ya no importa lo que me vaya a pasar”.[12]
Anas ibn Nadr escuchó que el Mensajero había sido martirizado. Entonces luchó tan valerosamente que sufrió ochenta heridas.[13] Y cuando encontraron a Sad ibn Rabi, éste había sufrido setenta heridas en su cuerpo. Sus últimas palabras fueron: “Dadle mis recuerdos al Mensajero. Me llega la fragancia del Paraíso desde más allá del Uhud”.[14]
Además de Abu Duyana y Sahl ibn Hunayf, Ali también estaba delante del Mensajero y lo defendía. El Mensajero señaló tres veces al enemigo que se estaba acercando a ellos; una y otra vez los atacó Ali y los venció.[15]
A pesar de la resistencia indescriptible de los guerreros musulmanes, la derrota parecía inevitable hasta que Kab ibn Malik gritó al ver al Mensajero: “¡Oh musulmanes! ¡Hay buenas nuevas para vosotros! ¡Aquí está el Mensajero!” Los Compañeros dispersos avanzaron hacia él desde todas partes, se reorganizaron a su alrededor y lo llevaron a un lugar seguro en la montaña.
Las razones del revés en Uhud. Antes de explicar las razones de este revés, hay que señalar que los Compañeros, después de los Profetas, son superiores a todo el mundo en virtud. Ellos se honran de ser compañeros y reclutas del Profeta Muhammad, el más grande de la creación, el único por el cual el universo fue creado y el que fue enviado como misericordia para toda la humanidad. Por eso, según la norma “Cuanta más grande sea la bendición, mayor será la responsabilidad” ellos tenían que rendir más obediencia a Allah y a Su Mensajero.
Por ejemplo, el Corán dice, si cualquiera de las mujeres del Profeta cometiera algún acto manifiesto de indecencia, les será doblado el castigo...vosotras no sois como cualquier otra mujer (33:30-32). Asimismo, hasta un pecado sin importancia cometido por un Compañero merece un severo castigo. Todos ellos figuran como personas eminentes por su creencia a Allah y su devota fe en él y su comportamiento es un ejemplo a seguir para las generaciones siguientes. Por eso, ellos han de ser puros en creencia e intención, sinceros en adoración y devoción, rectos en conducta y sumamente cautos al abstenerse del pecado y de la desobediencia.
Allah nos revela en el Corán acerca de la comunidad del Profeta Muhammad: “Sois la mejor comunidad que ha surgido por el bien de los hombres, perseveráis en lo correcto, impedís lo reprobable y creéis en Allah” (3:110) y los nombra como una comunidad intermediaria para que dieran testimonio a la humanidad y para que el Mensajero lo diera a ellos (2:143). A comienzos de la época de Medina, los Compañeros estaban compuestos por verdaderos creyentes y por hipócritas. Por eso, Allah quiso seleccionar a Sus testigos auténticos de entre aquellos que estaban en contra de toda la humanidad, y saber quién se esforzaba más en seguir Su Camino y permanecía firme en su fe (3:141-42). Por consiguiente, La Batalla de Uhud fue una prueba decisiva para discernir a los sinceros y diligentes de entre las filas de los hipócritas y también sirvió para hacer de la comunidad islámica la más estable y formidable de entre todas.
Después de estas notas preliminares, podemos resumir por qué los musulmanes sufrieron un revés con lo que sigue:
• El Mensajero, comandante en jefe, pensó que deberían permanecer dentro de Medina. Los Compañeros jóvenes, entusiasmados e inexpertos, le instaron a que se marchara de la ciudad. Esto fue un error, incluso pensando en aras de un martirio ante Allah, porque el Mensajero tenía tendencia a aplicar diferentes tácticas en las batallas y conocía con antelación que el ejército del Coraich venía para luchar a campo abierto.
• Los arqueros apostados para que defendieran al ejército abandonaron sus posiciones. Ellos malinterpretaron la orden del Mensajero de no desertar de su puesto bajo ningún concepto y marcharon a dar cuenta del botín.
• Los trescientos hipócritas, un tercio del ejército, desertaron a mitad del camino y regresaron a Medina. Este acontecimiento socavó la moral de las tribus Banu Salama y Banu Hariza las cuales fueron persuadidas con gran dificultad para que se quedaran. Por otra parte, un pequeño grupo de hipócritas desmoralizó a los musulmanes durante la batalla.
• Varios Compañeros perdieron la paciencia y se comportaron, en cierto sentido, de manera inconsecuente para con los dictados de la devoción y fueron atraídos hacia la riqueza material.
• Algunos creyentes pensaron que siempre que el Mensajero estuviera con ellos, y siempre que tuvieran el apoyo y la ayuda de Allah, los incrédulos nunca los podrían vencer. Aunque eso era cierto, el revés les enseñó que merecer la ayuda de Allah requiere, además de creencia y devoción, deliberación, estrategia y firmeza. También se dieron cuenta de que el mundo es un lugar de prueba:
Antes que vosotros ya se siguieron otras veces un mismo modo de actuar; así pues, recorred la tierra y mirad cómo acabaron los que negaron la verdad. Esto es una aclaración para los hombres y una guía y advertencia para los que temen (a Allah). No desfallezcáis ni os apenéis, porque, si sois creyentes, seréis superiores. Si sufrís una herida, ellos también sufrirán una herida similar. Así es como alternamos estos días entre los hombres para que Allah sepa quiénes son los que creen y tome a algunos de entre vosotros para morir dando testimonio. Allah no ama a los injustos; y que Allah limpiara las malas acciones de los que creen y aniquilara a los que se niegan a creer (3:137-41).
• Los que no participaron en Badr imploraron a Allah sinceramente el martirio. Ellos estaban profundamente dedicados al Islam y anhelaban conocer a Allah. Algunos como Abdallah ibn Yash, Anas ibn Nadr, Sad ibn Rabi, Amr ibn Yamuh y Abu Sad Haysama saborearon las mieles del martirio; el martirio de los otros se retrasó. El Corán canta las alabanzas de ellos como sigue:
Entre los creyentes hay hombres que han sido fieles a su pacto con Allah, algunos han cumplido ya su promesa y otros esperan todavía sin haber variado en absoluto (33:23).
• Cualquier éxito o triunfo radica en Allah, Quien hace lo que Él desea y no puede ser cuestionado. Creer en la Unidad de Allah significa que los creyentes deben atribuirle los logros siempre a Allah y nunca apropiarse de ellos. Si la decisiva victoria del Badr les hizo enorgullecerse un poco a algunos musulmanes, y si ellos atribuyeron la victoria a su propia prudencia, su juicio preparativo o a algunas causas materiales, esto podría haber sido parte del motivo de su revés.
• En el ejército del Coraich había varios soldados y comandantes ilustres (Jalid ibn Walid, Ikrima ibn Abi Yahl, Amr ibn al-As e Ibn Hisham) quienes fueron destinados por Allah para ser grandes servidores del Islam en el futuro. Ellos eran los más estimados y respetados entre la gente. Por el bien de su servicio futuro, Allah no deseó dañar sus sentimientos de honor del todo. Y como expresó Bediüzzaman Said Nursi, los Compañeros del futuro derrotaron a los Compañeros del presente.[16]
• Los siguientes versículos explican la razón del contratiempo junto con sus secuelas y las lecciones que se pueden tomar de ello:
¿O contáis acaso con entrar en el Jardín sin que Allah sepa quiénes de vosotros han luchado y quiénes son los pacientes? (3:142).Pero Muhammad es sólo un Mensajero antes del cual ya hubo otros Mensajeros. Si muriese o lo mataran, ¿daríais la espalda? Quien da la espalda, no perjudicará a Allah en absoluto. Y Allah recompensará a los agradecidos. Nadie muere si no es con permiso de Allah, en un plazo escrito de antemano. Quien quiera la recompensa que ofrece esta vida se la daremos en parte, y quien quiera la recompensa de la Última se la daremos. Y recompensaremos a los agradecidos (3:144-45).Ciertamente Allah fue sincero con vosotros en Su promesa, con Su permiso, los estabais venciendo. Sin embargo, cuando Allah os hizo ver lo que amabais, entonces flaqueasteis, discutisteis las órdenes y desobedecisteis, pues entre vosotros hay quien quiere esta vida y hay quien quiere la Última. Y luego os apartó de ellos para probaros y os perdonó. Allah es bondadoso con los creyentes. Cuando, sin hacer caso a nadie, os alejabais huyendo y el Mensajero os llamaba desde atrás; así os pagó la aflicción que habíais causado con otra aflicción. Para que os entristecierais por lo que habíais pedido y por lo que había sucedido. Allah sabe perfectamente lo que hacéis. (3:152-53)
A los que de vosotros dieron la espalda el día en el que se encontraron las dos tropas... El Diablo les hizo tropezar a causa de los deslices que cometieron. Y en verdad que Allah os los perdonó. Es cierto que Allah es Perdonador e Indulgente (3:155).¡Vosotros que creéis! No seáis como aquéllos que renegaron y decían de sus hermanos cuando éstos salían de expedición por la tierra o hacían incursiones: Si se hubieran quedado con nosotros no habrían muerto ni los habrían matado. (Lo decían) y Allah hacía de ello una angustia para sus corazones. Allah da la vida y da la muerte. Allah ve lo que hacéis. Y si os matan en el camino de Allah o morís... El perdón de Allah y Su misericordia es mejor que lo que vosotros atesoráis. Si morís u os matan... Tened por cierto que seréis reunidos para volver a Allah (3:156-58).
Si Allah os ayuda... No habrá quien pueda con vosotros, pero si os abandona... ¿Quién sino Él os ayudará? En Allah ponen su confianza los creyentes (3:160).
¿Por qué cuando os sobrevino un revés, a pesar de que vosotros habíais causado el doble, dijisteis: “¿A qué se debe esto?”? Se debe a vosotros mismos; ciertamente Allah tiene poder sobre las cosas. Y todo lo que os sobrevino el día en que se encontraron las dos tropas fue con permiso de Allah, para que Él supiera quiénes eran los creyentes, y supiera quiénes eran hipócritas. Se les dijo: venid a combatir en el camino de Allah o a defender, y contestaron: Si supiéramos combatir, de verdad que os seguiríamos. Ese día estuvieron más cerca de la incredulidad que de la creencia (3:165-67).
Y no deis por muertos a los que han sido asesinados en el camino de Allah; están vivos y reciben provisión junto a su Señor. Contentos por lo que Allah les ha dado de Su favor y regocijándose por aquéllos que habrán de venir después y que aún no se les han unido, porque ésos no tendrán que temer ni se entristecerán. Regocijándose en la gracia de Allah y porque Allah no deja que se pierda la recompensa de los creyentes (3:169-71).
Allah no va a dejar a los creyentes tal y como estáis, hasta que no distinga al corrupto del puro; y Allah no os va a revelar lo oculto. Sin embargo Allah elige de entre Sus Mensajeros a quien quiere. Así pues, creed en Allah y en Sus Mensajeros. Y si creéis y evitáis la desobediencia a Allah, tendréis una inmensa recompensa (3:179).
La última etapa de la Batalla de Uhud y la campaña de Hamra al-Asad. Después de que terminara esa confusión, sus Compañeros se reunieron alrededor del Profeta, quien estaba herido y se había desmayado. Muchos Compañeros también estaban heridos. Se retiraron a lugares seguros en la montaña. El ejército del Coraich empezó a abandonar el campo de batalla pensando que habían vengado la derrota en Badr. Al ver que no podían aplastar la resistencia de los musulmanes, montaron en sus camellos y se dirigieron a La Meca.
Al Mensajero le preocupaba que los de La Meca retornaran y lanzaran otro ataque contra Medina. Por lo tanto, en el segundo día de Uhud, ordenó que los que habían luchado el día anterior se agruparan y convencieran a los no creyentes. Algunos de los hombres Banu Abdal Qays, nombrados por Abu Sufyan, trataron de desanimarlos diciéndoles: “La gente se puso en vuestra contra, por eso temedlos”. Pero esto solamente fortaleció la fe de los creyentes que contestaron: Allah es más que suficiente para nosotros; ¡Qué excelente Guardián! (3:173)[17]
La mayoría estaba gravemente herida; algunos no podían mantenerse en pie y tenían que ser llevados por sus amigos.[18] En este momento tan crítico, se ciñeron sus espadas y se prepararon dar sus vidas a instancias del Mensajero. Lo acompañaron a Hamra al-Asad, a trece kilómetros desde Medina. Los politeístas de La Meca se habían detenido y estaban hablando sobre un segundo ataque contra Medina. Sin embargo, cuando vieron a los creyentes, supuestamente casi derrotados, marchando hacia ellos, no pudieron armarse de suficiente valor y continuaron hacia La Meca.
La prudencia y el genio militar del Profeta hicieron convertir la derrota en victoria. El enemigo no tuvo el valor suficiente para enfrentarse con la determinación de los musulmanes otra vez más marchando a Medina y regresaron a La Meca. Allah reveló los versículos siguientes alabando a los héroes musulmanes:
Aquellos que respondieron a Allah y al Mensajero, a pesar de las heridas que sufrieron, si hicieron el bien y mostraron suma devoción a Allah, tendrán una enorme recompensa. Aquellos a los que la gente les dijo: Los hombres se han reunido contra vosotros, tenedles miedo, esto no hizo sino darles más fe y dijeron: ¡Allah es Suficiente para nosotros, qué excelente Guardián! Y regresaron con una gracia de Allah y Su favor, ningún mal les había tocado. Siguieron lo que complace a Allah y Allah es Dueño de un favor inmenso (3:172-74).
Hacia la Batalla de la Trinchera. La tribu judía Banu Nadir era, en principio, el aliado declarado de los musulmanes en Medina. Sin embargo, sus miembros intrigaron en secreto con los paganos de La Meca y con los hipócritas de Medina. Hasta intentaron matar al Profeta mientras él los visitaba, rompiendo toda norma de hospitalidad y de trato. El Mensajero les pidió que cambiaran su posición estratégica, unas cinco kilómetros al sur de Medina, y estuvieron de acuerdo en hacerlo así. Pero cuando Abdallah ibn Ubayy, el jefe de los hipócritas, les prometió ayuda en caso de batalla, los Banu Nadir se mostraron reacios.
El ejército musulmán los sitió en sus fortalezas. Los Banu Nadir, al ver que ni los politeístas de La Meca ni los hipócritas de Medina se molestaron en ayudarles, abandonaron la ciudad. Estaban consternados pero se les perdonó la vida. Tenían diez días para abandonar la ciudad, la mayoría, junto con sus familias y todo lo que podían llevar, y muchos de ellos se unieron a sus hermanos en Siria y los otros en Jaibar.
Mientras volvían de Uhud, Abu Sufyan había desafiado a los musulmanes con una revancha en Badr para el año siguiente.[19] Pero cuando llegó la hora designada, le falló el valor. En un ardid para salvar las apariencias, envió a Nuaym ibn Masud (entonces un no creyente) a Medina para que hiciera correr el rumor de que los Coraich estaban haciendo grandes preparativos de guerra y juntaba un ejército enorme e invencible. Sin embargo, cuando el Profeta llegó a Badr con un ejército de mil quinientos guerreros, no había ningún enemigo. Permanecieron durante ocho días allí, esperando el temible encuentro; pero como no hubo ninguna señal de que apareciera el ejército Coraich, volvieron a Medina. Esta campaña se llamaba Badr al-Sughra (el pequeño Badr).
En 627, se le comunicó al Mensajero que las tribus del desierto, Anmar y Salaba, habían decidido atacar Medina. Él fue a Zat al-Riqa con cuatrocientos guerreros y al escuchar que las tribus enemigas habían huido, regresó a Medina.[20] Después de eso, marchó en busca de la tribu pagana Banu Mustaliq que se había preparado para luchar con los musulmanes. Los atacó y los derrotó con setecientos guerreros.[21] En el camino de vuelta a Medina, los hipócritas intentaron crear un clima de disensión entre los Emigrantes y los Ayudantes pero fracasaron. Los versículos enviados revelaban todos sus secretos y demostraban que contaminado era su mundo interior (63:1-11).

[1] Ibn Hisham, 3:58.
[2] Un sistema consultivo de gobierno es un artículo imprescindible de la constitución islámica. Aquí se buscan los piadosos y los que tienen juicio sano y conocimientos expertos, y que se ganan la confianza de la gente. Se considera que expresen sus opiniones según los dictados de su conciencia con precisión e integridad. Este sistema consultivo es tan importante que Allah elogia a la primera comunidad musulmana ejemplar cuyos asuntos se resuelven mediante un consejo entre todos.Cuando se considera el liderazgo del Profeta esa importancia se hace más explícita. Él nunca habló movido por capricho y sostenido en su mera autoridad, tan sólo reprodujo lo que Allah le había revelado (53:3-4). Así, él prefirió la opinión de la mayoría a la suya. Pero desde el momento en que tuvo que ejecutar sus decisiones en total sumisión y confianza hacia a Allah, no pudo cambiar éstas por diversas razones: la primera, que podría causar cierta presión a otros para aceptar sus opiniones; segunda, los líderes que cambian sus decisiones según sus inquietudes e intereses personales pueden perder su autoridad y seriedad; tercera, cualquier vacilación o duda transmite sensaciones de miedo, ansiedad y confusión a los seguidores; cuarta, si el Mensajero hubiera cambiado su decisión y defendiera a los musulmanes de los que estaban en La Meca, un sentimiento de derrota, invadiría a sus oponentes y les llevaría a estos últimos a criticarle a él y a los Compañeros destacados. En cada una de sus palabras y obras, el Mensajero da ejemplo a ser seguido. Todas las reflexiones anteriormente citadas se refieren a su comportamiento previo para con Uhud y sus palabras: “No es apropiado de un Profeta despojarse de la cota de malla después de habérsela puesto”.[3] Ibid. 3:664-67.
[4] Bujari, “Itisam” 28; Ibn Hisham, sira, 3:68.
[5] Ibn Hisham, 3:68.
[6] Bujari, “Yihad” 164; Abu Dawud, “Yihad” 6.
[7] Muslim, “Fadail al-Sahaba” 128; Ibn Hanbal, 3:123.
[8] Hayzami, Majma al-Zawaid, 6:109.
[9] Ibn Sad, Tabaqaat, 3:12; Waqidi, Maghazi, 221.
[10] Qadi, Iyad, Shifa, 1:78-9; Hindi, Kanz al-Ummal, 4:93.
[11] Ibn Hisham, 3:99.
[12] Ibn Sad, Tabaqat, 8:413-15.
[13] Ibn Hanbal, 3:201; Bayhaqi, Sunan, 9:44.
[14] Ibn Kazir, Al-Bidaya, 4:35-6.
[15] Tabari, Tariqh, 3:17; Ibn Azir, Al-Kamil, 2:74; Ibn Hisham, Sira, 3; 100.
[16] Said Nursi, Lemalar (Istanbul: 28).
[17] Ibn Hisham, 3:120; Ibn Kazir, Al-Bidaya, 4:43.
[18] Ibn Hisham, 3:101.
[19] Ibn Hisham, 3:94; Ibn Sad, 2:59.
[20] Ibn Hisham, 3:213.
[21] Ibn Kazir, 4:178-79.

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