sábado, 1 de diciembre de 2007

La conquista de La Meca y sus repercusiones

En 627, el Mensajero tuvo un sueño o una visión en la que él y sus Compañeros entraban en la Mezquita Sagrada de La Meca a salvo, con sus cabezas afeitadas o con el pelo recortado, y sin miedo. Como se explicará más adelante, desde tiempo atrás se les impedía la entrada en La Meca; por eso hicieron un tratado con el Coraich en Judaybiya. Al principio, a los musulmanes no les parecieron bien las condiciones de dicho pacto pero los versículos revelados después proclamaron al tratado como una victoria muy clara.
Los dos años que siguieron a este evento demostraron la veracidad de aquellas palabras. Figuras tan relevantes como Jalid ibn Walid y Amr ibn al-As se hicieron musulmanes y el Islam se divulgó por toda Arabia. Se puso fin a las conspiraciones judías y el Islam se extendió a otras tierras a través de las cartas enviadas a los reyes vecinos. Al cabo de este período, Banu Bakr (un aliado Coraichí) atacó a Banu Juda’a (un aliado de los musulmanes) y asesinaron a algunos de ellos. De este modo se había roto la tregua entre los musulmanes y los Coraichíes. Como ya no podían oponerse a los musulmanes, Abu Sufyan se presentó en Medina con la esperanza de renovar la tregua. Sin embargo, el Mensajero se negó a verlo.[1]
El Profeta empezó a hacer preparativos para la guerra. Como siempre, lo guardó en secreto y nadie, incluso sus mujeres y sus mejores amigos sabían dónde iba a tener lugar la campaña. Cuando Abu Bakr le preguntó a su hija Aisha (una de las mujeres del Profeta) a dónde pensaba dirigirse el Mensajero, ella respondió que no lo sabía.[2] Sin embargo, un emigrante llamado Jatib ibn Abi Baltaa adivinó sus intenciones y mandó una carta a los Coraichíes informándoles de los planes del Mensajero .El profeta, al enterarse de eso por Revelación, ordenó a Ali y a Zubayr que interceptaran dicha carta, que una mujer portaba por encargo de Jatib; lo lograron con éxito.[3]
El Mensajero salió de Medina con diez mil hombres. Dos años antes, en su primer intento de peregrinaje menor (umra), fruto del tratado de Judaybiya, fueron mil seiscientos. La resultante atmósfera de paz provocó que muchos reconsideraran y aceptaran el Islam.
Los Compañeros no conocieron su destino hasta que se les ordenó dirigirse hacia La Meca. Cuando se acercaron a la ciudad sagrada, el Profeta ordenó que cada soldado encendiera un fuego, para que el pueblo de La Meca estimara en un número mayor la cifra de combatientes, ya que los de La Meca, en lugar de un fuego por hombre encendían uno por tienda mientras viajaban por el desierto.[4] Por ende, ellos calcularon que el ejército musulmán constaba de casi treinta mil hombres. Como no tenían modo alguno de resistir, se rindieron. Abu Sufyan, quien había sido invitado por el mismo Mensajero a ver el ejército musulmán, también lo aconsejó así.
El Mensajero no deseaba la perdida de vidas humanas. Dividió a su ejército en seis columnas, y cada una entró en La Meca por accesos diferente. El Profeta ordenó a sus comandantes que evitaran la lucha y el derramamiento de sangre hasta que no fueran atacados. Para llevar a cabo este objetivo y conquistar La Meca pacíficamente, anunció: “Los que se refugien en la Kaba estarán a salvo, los que se cobijen en la casa de Abu Sufyan no serán importunados y los que permanezcan en sus propias casas también estarán seguros”.[5]
Como Profeta de la misericordia absoluta que vino para asegurar la felicidad de la humanidad tanto en este mundo como en el otro, el Mensajero entró en La Meca, doblándose al dorso de su mula, como un conquistador victorioso. No se mostró orgulloso de sí mismo y tampoco pensaba vengarse o tomar represalias. Él avanzó hacia la Kaba en completa modestia y absoluta gratitud a Allah, que lo había hecho victorioso en su misión sagrada. Se detuvo en la Kaba y les preguntó a sus enemigos: ¿Cómo creéis que os voy a tratar? Ellos contestaron: “Tú eres un hombre noble, hijo a su vez de un hombre insigne”. El Mensajero declaró: “Hoy no se os va a echar en cara nada. Allah os perdonará; Él es el Más Misericordioso de los Misericordiosos. Os podéis marchar.”[6]
Esto marcó el final de politeísmo en La Meca. Mientras él destruía los ídolos en la Kaba, pronunció: “Y di: Ha venido la verdad y se ha desvanecido la falsedad. En efecto, la falsedad está sujeta a desaparecer” (17:81).[7] Casi todos los de La Meca se hicieron Compañeros en ese momento.

[1] Ibn Hisham, 4:31.
[2] Ibid., 4:39.
[3] Ibid., 4:41.
[4] Ibn Jatir, Al-Bidaya, 4:330; Ibn Hisham, 6:41-45.
[5] Ibn Kazir, 4:331-32.
[6] Ibn Sad, 2:142; Ibn Hisham, 4:55; Tabari, 3:120; Balazuri, Futuh al-Buldan, 1:47.
[7] Bujari, 5:93; Muslim, 3:1408; Ibn Hisham, 4:59; Ibn Sad, 2:136.

No hay comentarios: