sábado, 1 de diciembre de 2007

Hacia la conquista de La Meca

Como se va a explicar con mayor detalle más adelante, el tratado de Judaybiya fue una clara victoria que abrió una puerta a nuevos y más grandes triunfos. Cuando terminó la amenaza de La Meca, el Mensajero mandó enviados a los países vecinos para invitarles a unirse al Islam. También empezó a solucionar los problemas con los que se enfrentaba dentro de Arabia.
La mayoría de los judíos de Banu Nadir habían sido reasentados en Jaibar. Junto a ellos, los judíos de Jaibar continuaron su lucha en contra del Islam, en momentos distintos, colaborando ya sea con el Coraich o con el Banu Ghatafan. El Banu Nadir tuvo un papel decisivo en la formación de una alianza anti-musulmana de veinte mil hombres derrotados en la Batalla de la Trinchera. Los musulmanes trataron de poner fin a esta hostil presencia continua de los judíos para que Arabia fuera un lugar seguro y libre en el futuro y así allanar el camino de la predicación del Islam.
El castigo del Banu Qurayza provocó que los judíos de Jaibar se aliaran con el Banu Ghatafan con la intención de atacar Medina.[1] Estaban realizando los preparativos cuando, después del tratado de Judaybiya, el Mensajero marchó sobre Jaibar. Hizo como si fuera a atacar al Banu Ghatafan y los obligó a refugiarse en los límites de su fortaleza para que no ofrecieran ayuda a los judíos de Jaibar. Luego se dirigió de repente hacia Jaibar. Los campesinos del pueblo, que habían abandonado temprano sus casas con sus herramientas de labranza, vieron al ejército musulmán acercarse a la ciudad y empezaron a huir y refugiarse en sus formidables alcázares. El Mensajero cercó Jaibar por tres semanas. Hacia el final del sitio, reunió a sus soldados y les dijo: “Mañana entregaré el estandarte a aquel que ama a Allah y a Su Mensajero y que es amado por Allah y por Su Mensajero. Allah nos permitirá conquistar Jaibar a través de él”.[2] Al día siguiente, casi todos esperaban recibir el estandarte. Sin embargo, el Mensajero preguntó por Ali. Dijeron que “le dolían los ojos”, el Mensajero ordenó que lo trajeran a su presencia, aplicó su saliva a los ojos doloridos de Ali y le dio el estandarte.[3] Ali marchó a la fortaleza, y después de una batalla encarnizada, Jaibar fue conquistada. Entre los prisioneros estaba una mujer noble, Safiyya, hija de Huyay ibn Ajtab, el jefe del Banu Nadir. Casándose con ella, el Mensajero estableció un parentesco con la gente conquistada.
La Batalla de Muta. En un clima de paz establecido gracias al tratado de Judaybiya, el Mensajero envió cartas a los reinos vecinos para invitarlos a abrazar el Islam. El Rey Shurahbil de Busra, un árabe cristiano, asesinó al enviado (Hariz ibn Umayr). Esto fue una violación imperdonable de los tratados internacionales y una falta de respeto al prestigio del Islam que no podía quedarse sin respuesta. El Mensajero formó un ejército de tres mil hombres con, Zayd ibn Hariz como comandante y dijo: “Si algo le pasará a Zayd, Yafar ibn Abi Talib asumirá el mando. Si Yafar muere martirizado, Abdallah ibn Rawaha tomará el mando. En el caso de que le acontezca algo a Abdallah, entonces elegid a alguien de entre vosotros como comandante”.
Cuando el ejército musulmán llegó a Muta, se encontró con el ejército bizantino compuesto por cien mil soldados. Obviamente iba a ser una batalla encarnizada. Cada guerrero musulmán debía luchar contra treinta y tres del enemigo. Mientras tanto, el Mensajero estaba en la mezquita relatando la lucha a aquellos que estaban a su alrededor. Zayd tomó el estandarte. Se abrió paso en las filas enemigas y fue martirizado. El estandarte pasó a Yafar ibn Abi Talib. Él también fue elevado al Reino de los Cielos. Entonces Abdallah ibn Rawaha tomó el estandarte y también murió mártir. Ahora bien, en estos momentos el estandarte ya estaba en las manos de uno de las “espadas de Allah”,[4] o sea Jalid ibn Walid, que a partir de ese instante sería llamado “la Espada de Allah”.[5]
Cuando se hizo de noche, Jalid situó las tropas en la parte posterior del frente y cambió la posición de los flancos, colocando los que estaban a la derecha a la izquierda y viceversa. Al ver las nuevas tropas por la mañana, el ejército bizantino se desmoralizó. Cuando cayó la noche, ambos ejércitos se separaron el uno del otro y se retiraron. El ejército musulmán regresó a Medina con tan sólo doce bajas. Aunque esto significó una victoria para los musulmanes, les avergonzaba ver al Mensajero. Sin embargo, él les dio la bienvenida y los consoló: “Vosotros no huisteis. Sólo os retirasteis para uniros a mi y más tarde marchareis sobre ellos”.

[1] Ibn Hisham, 3:226; Diyarbakri, Jamis, 1:540.
[2] Bujari, “Maghazi” 38.
[3] Bujari, 5:77; Muslim, 4:1872.
[4] Bujari, “Maghazi” 44.
[5] Ibn Hanbal, 5:299; Tabari, 3:110.

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