domingo, 2 de diciembre de 2007

Los puntos esenciales de la buena educación

Un educador verdadero debe tener varias virtudes, entre ellas se encuentran las siguientes:
Primero: Dad la importancia debida a todos los aspectos de la mente y del espíritu de una persona, alzándolos hacia su perfección ideal. El Corán menciona “el yo maligno” que arrastra a la gente como bestias con sogas alrededor del cuello dondequiera que desee llevarlos y los provoca para que obedezcan sus deseos corporales. En efecto “el yo maligno” quiere que la gente ignore la capacidad otorgada por Allah para elevar sus sentimientos, pensamientos y espíritus.
El Corán cita al Profeta José diciendo: Es cierto que el alma ordena el mal, excepto cuando mi Señor tiene misericordia (12:53). “El yo maligno” es inherente a la naturaleza del “ego”. Sin embargo, por la adoración y la disciplina, el “ego” puede ser elevado a grados más altos, a una posición donde se acuse a sí mismo por sus maldades y defectos (75:2), y después todavía más alto donde Allah le dice: ¡Oh alma sosegada! Regresa a tu Señor satisfecha estando Él también satisfecho de ti (89:27-28).
El “ego” en paz –en reposo y contento– es más elevado que aquel perfectamente purificado. Aquellos que alcanzan este grado de elevación son los más cercanos a Allah. Cuando los miras te acuerdas de Allah, porque ellos se parecen a espejos pulidos en los que todos Sus atributos se reflejan. El deseo de los Compañeros de seguir la educación proporcionada por el Profeta Muhammad les permitió a casi todos ellos alcanzar este grado de perfección moral y espiritual; millones de personas han seguido y continúan siguiendo su ejemplo.
Segundo: Un sistema educativo se juzga por su universalidad, amplitud de conocimientos y la cualidad de sus estudiantes. Sus discípulos estaban preparados para llevar este Mensaje a todo el mundo. Éste, transmitido por ellos como universal por naturaleza y válido para todos los tiempos y lugares, encontró una predisposición entre gentes de razas diferentes, de pasado religioso y niveles intelectuales muy diversos y distantes en el tiempo, desde el Marruecos actual y España hasta Filipinas, desde las Estepas Rusas hasta el corazón de África. Sus principios todavía son válidos. A pesar de las numerosas agitaciones y cambios, así como las revoluciones sociales, económicas, intelectuales, científicas y tecnológicas, su sistema sigue siendo el único y original, de modo que es la esperanza del futuro de la humanidad.
Tercero: Un sistema educativo es juzgado por su capacidad de transformar a sus estudiantes. El ejemplo de fumar fue mencionado antes para destacar el hecho del modo en que el Islam y su divulgación por parte del Profeta transformaron a las tribus de Arabia en algo totalmente distinto de lo que eran en el corto plazo de dos o tres décadas. A aquellos que niegan o dudan de su Profecía, les desafiamos a ir a cualquier parte del mundo y llevar a cabo, en cien años, hasta la centésima parte de lo que él realizó en los desiertos de Arabia hace mil cuatrocientos años. Dejémosles reunir a todos los expertos que puedan juntar, y luego esperaremos sus resultados.
Cuando el Profeta Muhammad transmitía el Mensaje, Arabia estaba aislada de sus vecinos por enormes desiertos. En términos de vida cultural, intelectual y moral, con justicia podría ser considerada una de las zonas más atrasadas del mundo. Hiyaz, lugar donde el Profeta nació no había experimentado ninguna evolución social y no había alcanzado ningún desarrollo intelectual digno de mencionar. Dominados por supersticiones, bárbaras y violentas costumbres, y modelos morales degradados, la gente vivía en el salvajismo. Ellos tomaban vino, jugaban y se complacían de todo lo que hasta sociedades medias consideran actividades sexuales inmorales. Las prostitutas anunciaban sus servicios colgando una bandera sobre las puertas de sus casas.[1]
Era una tierra sin leyes ni gobierno. El poderoso siempre era el que tenía razón, como lo es en muchas partes hoy en día, y el saqueo, el incendio intencionado y el asesinato eran muy comunes. Cualquier incidente trivial podría provocar la enemistad entre las tribus, que a veces se convertía en guerras por toda la península.
Así era la gente entre quienes apareció el Profeta Muhammad. Con el Mensaje que él transmitió de Allah y su modo de predicarlo, erradicó el barbarismo y el salvajismo, embelleció los pueblos salvajes e inflexibles de Arabia con las virtudes dignas de elogio, y los convirtió en los maestros del mundo. Su dominación no era física o militar; sino más bien, él triunfó y los subyugó siendo el amado de sus corazones, el maestro de sus mentes, el guía de sus almas y el regulador de sus espíritus. Erradicó sus cualidades más bajas, implantó e inculcó en los corazones de sus seguidores exaltadas cualidades de tal modo que se convirtieran en una segunda naturaleza para todos sus seguidores.
Pero esta transformación no fue limitada sólo a la gente de su propio tiempo y lugar, ya que este proceso continua incluso hoy dondequiera que su Mensaje se extienda; fue rápidamente aceptado en Arabia, Siria, Irak, Persia, Egipto, África del Norte y España en su primera expansión, y con la única excepción de la brillante civilización de la España islámica, ahora desaparecida, nunca ha cedido terreno. Ya que una vez que apareció, nunca dejará de extenderse.[2]
Muchos individuos renombrados mundialmente han sido educados en la escuela de Muhammad. Seguramente, nos encontramos con numerosas grandes figuras históricas en otras escuelas de la educación también. Allah ha honrado a la humanidad con grandes héroes, estadistas eminentes, comandantes invencibles, santos inspirados, y grandes científicos. Sin embargo, la mayor parte de ellos no han dejado una huella profunda en más de uno o dos aspectos de la vida humana, ya que ellos se limitan a determinadas áreas del conocimiento o la espiritualidad.
Pero como el Islam es un camino Divino para todos los campos de la vida, un sistema Divino que abarca todos los aspectos de la vida –“como un trabajo perfecto de arquitectura donde todas las partes son armoniosamente concebidas para complementarse y apoyarse las unas a las otras, nada falla con el resultado de un equilibrio absoluto y sólida calma” según Muhammad Asad[3], un judío converso– sus estudiantes por lo general combinaban dentro de ellos lo espiritual y lo racional, lo intelectual y lo material, lo mundano con lo desapegado del mundo, lo ideal con lo verdadero y lo científico con lo revelado por Allah.
Desde sus comienzos, el Islam abolió conflictos tribales y condenó la discriminación racial y étnica. El Profeta pone a los jefes coraichíes bajo las órdenes de Zayd –un esclavo negro emancipado–, entre pueblos conquistados aparecieron innumerables eruditos y científicos, comandantes y santos. Entre ellos estaba Taríq ibn Ziyad, un esclavo emancipado bereber que conquistó España con noventa mil valientes guerreros y estableció la base de una de las civilizaciones más espléndidas de la historia mundial. Después de esa victoria, fue al lugar donde el tesoro del rey derrotado fue guardado. Y se dijo a si mismo:
Ten cuidado, Tariq. Ayer eras un esclavo con una cadena alrededor de tu cuello. Allah te emancipó y hoy eres un victorioso comandante. Sin embargo, mañana te convertirás en la carne que se pudre bajo la tierra. Finalmente, vendrá un día en el que entrarás a la Presencia de Allah.
El mundo y su pompa no pudieron atraerlo y él siguió viviendo una vida muy sencilla. ¿Qué tipo de educación podría transformar a un esclavo en una persona tan digna y honorable?
Sin embargo, su conquista del reino visigodo en España no fue su verdadera victoria. Ésta vino cuando él estuvo de pie ante el tesoro del rey visigodo y recordó que un día moriría y entraría en la presencia de Allah. A consecuencia de este auto consejo, no tomó nada del tesoro para sí mismo.
Uqba ibn Nafi era otro gran comandante que conquistó el norte de África y alcanzó la costa Atlántica. Permaneció inmóvil ante el gran océano y dijo: “Oh Allah, si este mar de la oscuridad no apareciera delante de mí, divulgaría Tu Nombre, la fuente de luz, a las esquinas más remotas del mundo”. [4]
Antes de su conversión Abdallah ibn Masad cuidaba de las ovejas de Ulva ibn Abi Muayt. Él era un hombre pequeño y débil al que todo el mundo ignoraba.[5] Sin embargo, después de hacerse musulmán se convirtió en uno de los mayores Compañeros. Durante su califato, Omar lo mandó a Kufa como maestro. En el clima erudito que él estableció allí, crecieron las mayores figuras de la jurisprudencia islámica, entre ellos están Alqama, Ibrahim al-Najai, Hammad ibn abi Sulayman, Sufyan al Zawri y sobre todo el Imán Abu Hanifa, el fundador de la escuela islámica legal más grande.
Ikrima era el hijo de Abu Yahl, el líder cruel e inflexible de los incrédulos Coraichíes. Por fin después de la conquista de La Meca, se convirtió al Islam. Este evento lo cambió tanto que entregó su alma como mártir tres años más tarde en la batalla de Yermuk donde su hijo, Amir, sufrió el martirio junto con él.
Hansa era una de las mejores poetisas anterior al Islam. Después de abrazar el Islam, dejó la poesía porque, como ella dijo: “Mientras tenemos el Corán, no puedo escribir poemas”. Perdió a sus cuatro hijos en la batalla de Qadisiyya. Esta gran mujer que había lamentado la muerte de su hermano antes de la aparición del Islam con un gran poema, no lamentó esta pérdida ahora. En cambio, hizo más profunda su sumisión a Allah y sólo dijo: “Oh Allah, alabado seas Tú. Me has otorgado mientras estoy viva la posibilidad de ofrecerte como mártires a los cuatro hijos que Tú me diste”.[6]
La escuela del Profeta Muhammad también produjo las reglas más justas de la historia. Además de Osman, Ali y muchas más personas, Omar ha sido reconocido en casi todas las épocas como uno de los más justos y grandes gobernantes del mundo.
Él solía decir: “Si una oveja se cae de un puente en el río Tigris y muere, Allah me llamará para dar cuentas de ellos en el Día del Juicio Final”.[7] Cuando comparáis al pagano Omar con el Omar musulmán, veréis fácilmente el agudo contraste entre los dos y entenderéis cómo el Islam cambia radicalmente a las personas.
Más comentarios:

Debido a las ideas falsas y las tendencias seculares, sobre todo en el Occidente durante los recientes siglos, la mayoría de la gente define la religión como una fe ciega, actos de adoración que no tienen ningún significado y un consuelo para los problemas de la vida. Tales ideas equivocadas en parte se han desarrollado en la Cristiandad debido a los errores históricos y los defectos del cristianismo. Algunos musulmanes mundanos secularizados han cometido este error reduciendo al Islam a una ideología, un sistema social, económico y político. Ellos ignoran un hecho declarado en el Corán, en las Tradiciones y a lo largo de la historia islámica: el Islam, el camino intermedio entre todos los extremos, se dirige a todos los sentidos y facultades humanas, así como a la mente, corazón y sentimientos de cada individuo, y abarca cada aspecto de la vida humana. Es por eso que el Profeta Muhammad puso énfasis en el aprendizaje, en el comercio, en la agricultura, en la acción y en el pensamiento.
Además, él animó a su gente para que hicieran perfectamente su trabajo, y prohibió el inactivismo y la mendicidad. Por ejemplo, él dijo: “Allah ama a los creyentes y hábiles siervos”.[8] El Corán declara: “Di: Trabajad que Allah verá vuestros actos así como Su Mensajero y los creyentes” (9:105). Como todas nuestras acciones se mostrarán en el Día del Juicio Final, no podemos ser descuidados y hacer algo sin deseo alguno tan sólo para deshacernos de ello. Además, el Mensajero declara: “Cuando haces algo, Allah quiere que lo hagas perfectamente”.[9]
El Islam anima a la gente a trabajar, y considera nuestras tentativas legítimas de ganarnos la vida y mantener nuestra familia como actos de adoración. A diferencia del Cristianismo medieval, esto no idealiza –ni aconseja– vivir como un ermitaño. Prohíbe la disipación y el lujo alegando que si vivimos una vida auto indulgente aquí y descuidamos nuestros deberes religiosos, nuestra prosperidad en ambos mundos estará en peligro. El Mensajero declara en un hadiz conciso que resume lo esencial de una feliz vida económica y social y prosperidad tanto en este mundo como en el siguiente:
Cuando estés implicado en transacciones especulativas, ocupado solamente en la crianza de animales, satisfecho con la agricultura y cuando hayas desatendido los esfuerzos en el camino de Allah para predicar Su religión, Él será propenso a humillarte. Y no se detendrá hasta que regreses a tu religión.[10]
Este hadiz hace una descripción muy exacta de la lastimosa condición de los musulmanes durante los últimos siglos. Las transacciones especulativas significan la muerte de una vida económica sana y el recurso hacia modos ilegales, y licenciosas formas de ganarse la vida. La satisfacción con la agricultura y la crianza de animales es el signo de la pereza y el abandono de la investigación científica, el Corán explícitamente declara que Allah creó a la humanidad como Su virrey y nos confió el conocimiento de los nombres de las cosas.
Eso significa que nosotros debemos establecer la ciencia y explotar recursos naturales descubriendo las leyes Divinas de la naturaleza y reflexionando sobre los fenómenos naturales. Sin embargo, mientras tanto deberíamos encontrar la voluntad de Allah y practicar el Islam.
El Corán contiene muchos versículos, como: “Di: ¿Son iguales los que saben y los que no saben?” (39:9), que resalta la importancia del conocimiento y el aprendizaje. Y también advierte que entre Sus siervos, en realidad sólo le temen a Allah aquéllos que tienen conocimiento (35:28), que significa que la verdadera piedad y adoración pueden ser posibles sólo a través del conocimiento. La limitación del conocimiento a ciencias religiosas carentes de reflexión e investigación inevitablemente desemboca en una “falsa” satisfacción mediante la crianza de animales y la agricultura, en una ociosidad y un abandono por esforzarse en el camino de Allah. Como último resultado aparecen la miseria, la pobreza y la humillación.
El Mensajero llamó la atención a este hecho importante en algunas otras Tradiciones, como: “Una hora de reflexión y contemplación es mejor que un año de extrema adoración religiosa”[11] y “Un creyente poderoso es mejor y más amado por Allah que uno débil”.[12] Ser poderoso requiere tener salud tanto física como espiritual así como competencia científica y técnica. Restringir el significado de ser poderoso a la fuerza física muestra la carencia total del entendimiento de esa persona acerca de en que está basado el poder verdadero.
En conclusión, ser un buen musulmán es sólo posible siendo un buen estudiante en la escuela del Profeta Muhammad. Esta actitud fue mostrada por Yafar ibn Abi Talib, el primo del Profeta, que emigró a Abisinia para evitar la persecución severa de los Coraichíes. Él dijo una vez a Negus, el soberano de Abisinia: “Oh rey, nosotros solíamos beber sangre, comer carroña, fornicar, robar, matar el uno al otro y saquear. El poderoso solía oprimir al débil. Solíamos hacer muchas otras cosas vergonzosas y despreciables”.[13]
El Profeta Muhammad fija el mejor ejemplo para su gente en la creencia, en la adoración y en la buena conducta; en resumen en todos los aspectos de la vida. Su gente consideraba tener hijas como algo vergonzoso y por eso las enterraban vivas. Cuando el Profeta vino con el Mensaje Divino, las mujeres disfrutaron de sus derechos totalmente. Una vez una muchacha vino al Mensajero y se quejó: “Oh Mensajero de Allah, mi padre me obliga a casarme con el hijo de mi tío. Yo no quiero casarme con él”. El Mensajero llamó a su padre y le advirtió que no hiciera eso. El hombre le prometió que no lo haría. Entonces la muchacha se levantó y dijo: “Oh Mensajero de Allah, no fue mi intención oponerme a mi padre. Vine aquí sólo para averiguar si el Islam permite que un padre case a su hija con alguien sin el consentimiento de ella”.[14]
El Mensajero les advirtió a sus Compañeros que no mendigaran. Y a pesar de lo pobres y necesitados que eran, los Compañeros no lo hicieron. Eran tan sensibles acerca de este asunto que hasta se abstenían de pedir ayuda. Si, por ejemplo, a uno de ellos se le cayera la fusta mientras estaba en su montura, se desmontaba y la recogía él mismo en lugar de pedírselo a alguien.[15]
Antes del Islam, la gente adoraba a los ídolos y no trataban a sus padres con el debido respeto. El Mensajero de Allah les dijo: El Señor ha ordenado que sólo Lo adoréis a Él y que honréis a vuestros padres (17:23). Este decreto Divino los cambió tan radicalmente que comenzaron a preguntar al Mensajero si serían castigados en caso de no devolver con una sonrisa la mirada de sus padres. El Corán les ordenó no usurpar la propiedad de un huérfano (17:34) y prohibió el robo. Esto los hizo tan sensibles a los derechos de los demás que la Historia no registra más de uno o dos robos durante aquel período bendito del gobierno del Profeta.
El asesinato estaba extremadamente extendido en la Arabia preislámica. Sin embargo, cuando el Profeta llegó con la prohibición: No matéis a nadie que Allah haya perdonado (17:33), este mal fue casi erradicado. El Mensajero también prohibió la fornicación. Y esto acabó con todos los tipos de inmoralidad sexual. Sin embargo, durante este período nos encontramos con un suceso relativo a la fornicación. Es como sigue:
Un día un hombre pálido y agotado vino al Mensajero y exclamó: “¡Oh Mensajero de Allah, purifícame!” El Mensajero miró a otro lado, pero el hombre insistió repitiendo su petición cuatro veces. Por fin, el Mensajero le preguntó: “¿De qué pecado te limpiaré?” El hombre contestó que había fornicado. Este pecado pesaba tanto sobre su conciencia que él hombre deseaba ser castigado. El Mensajero preguntó a los que estaban ahí presentes: “¿Creéis que está mal de la cabeza?” Cuando ellos le dijeron que no, les ordenó que comprobaran si había bebido. Así lo hicieron y lo encontraron sobrio. Ante su confesión insistente, el Mensajero tuvo que ordenar al hombre ser castigado. Y después se sentó y lloró.Unos días más tarde, la pareja del hombre le suplicó al Mensajero que la purificara. Él la rechazó y la hizo volver muchas veces. En su sumo remordimiento, ella insistió en ser castigada. El Mensajero la hizo volver una vez más diciendo: “Puedes estar embarazada. Vete y da a luz a tu niño. “La mujer lo hizo así y luego volvió con la misma petición. El Mensajero la perdonó: “Vuelve al lado tu niño que a lo mejor necesita ser alimentado”.Después de destetar al niño, la mujer vino otra vez. Cuando alguien la reprobó mientras el castigo se estaba realizando, el Profeta le miró con ceño fruncido y dijo: “Lo juro, esta mujer se arrepintió tanto de su pecado que si su arrepentimiento fuera repartido entre toda la gente de Medina, sería suficiente para cubrirlos a todos con el perdón también.”[16]
El profeta Muhammad estableció un sistema tan magnífico y formó una comunidad tan excelente que ni Platón, ni Thomas Moore, ni Campanella ni cualquier otro utopista había sido capaz de imaginar algo parecido. Entre miles de otros ejemplos, el siguiente ilustra esta verdad:
Abu Jurayra, uno de los Compañeros más pobres, fue a ver al Mensajero. No había comido nada desde hace unos días. Abu Talha –uno de los Ayudantes– lo llevó a su casa para darle algo de comida. Pero no había ninguna comida en su casa excepto un poco de sopa que su esposa había hecho para los niños. Ella le preguntó a su marido lo que debía hacer y los dos decidieron hacer lo siguiente: Iban a acostar a sus hijos sin alimentarlos. Como había tan poca sopa para satisfacer a todos, sólo el invitado debería tomarla. Mientras se sentaban en la mesa y se preparaban para comer, la esposa de Abu Talha golpeó la vela aparentemente por error. En la oscuridad ellos iban a actuar como si comieran, aunque Abu Jurayra sería el único que iba a comer. Abu Jurayra comió hasta quedarse satisfecho y luego se marchó de la casa, inconsciente de lo que había pasado en realidad.Al día siguiente, fueron a hacer el salat de madrugada en la mezquita. Al final de la oración, el Mensajero se dirigió a ellos y les preguntó: “¿Qué hicisteis anoche que provocó que este verso se revelara en la alabanza de vosotros: ‘Ellos prefieren a otros sobre si mismos, aún estando en extrema necesidad’?(59:9)”[17]

[1] Bujari, “Nikah” 36; Abu Davud, “Talaq” 33.

[2] Un escritor occidental del siglo diecinueve anota sus impresiones de la influencia de los valores morales islámicos sobre los africanos:¿En cuanto a los efectos del Islam que fue abrazado por primera vez por una tribu negra, puede haber, a simple vista, alguna duda razonable? El politeísmo desapareció casi al instante; la hechicería, con sus males añadidos, gradualmente se desvaneció; el sacrificio humano se quedó en el pasado. La elevación general de la moral es más señalada; los nativos comienzan por primera vez en su historia a vestirse y lo hacen con esmero. La suciedad inmunda es sustituida por un poco de acercamiento a la limpieza personal; la hospitalidad se hace un deber religioso; la embriaguez, en lugar de la norma, se hace una excepción comparativamente rara. La castidad fue considerada como una de las más altas virtudes del hombre. La ociosidad que degrada esa elevación, da marcha atrás. Las ofensas son de ahí en adelante medidas por un código escrito en vez del capricho arbitrario de un jefe,-como todos aceptarán- que es de una importancia enorme en el progreso de una tribu. Las mezquitas dan una idea de la arquitectura más elevada que cualquier raza negra había tenido hasta entonces. Una sed por la literatura fue creada y también por los trabajos de ciencia y filosofía así como por los comentarios del Corán. (Waitz citado por B. Smith, Muhammad y Muhammadanismo, 42-3) (Nota del traductor)
[3] Al-Ezzati, Una Introducción a la Historia de la divulgación del Islam.
[4] Ibn al-Azir, Al-Kamil fi al-Tarij, 4:106
[5] Kufa, una ciudad muy famosa en los primeros días de la historia del Islam, está localizada una ramificación del río Eufrates, al sur de las ruinas de Babel (Irak). (Nota del traductor)
[6] Ibn al-Azir, Usd al-Ghaba, 7:88-90; Ibn Hajar, Al-Isaba, 4:287.
[7] Tabari, Tarij, 5:195; Ibn Sad, Tabaqat, 3:305; Abu Nu’aym, Hilya, 1:53.
[8] Munavi, Fayd al-Qadir, 2:290.
[9] Muttaqi al-Hindi, Kanz al-‘Ummal, 3:907
[10] Abu Dawud, “Buyu’”; Ibn Hanbal, Musnad, 2:84.
[11] Ajluni, Kashf al-Jafa, 1:370.
[12] Muslim, “Qadar” 34; Ibn Maja, “Muqaddima” 10; Ibn Hanbal, 3:366.
[13] Bujari, “Wasaya” 9.[14] Nasa’i, “Nikah” 36.
[15] Muslim, “Zakat” 108; Ibn Maja, “Yihad” 41.
[16] Muslim, “Hudud” 22-23.
[17] Bujari, “Tafsir” 6; Muslim, “Ashriba” 172.

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