domingo, 2 de diciembre de 2007

La Honradez

El segundo atributo de la Profecía es amana, una palabra árabe que significa honradez y se deriva de la misma raíz que mumin-creyente-. Ser un creyente implica ser una persona de confianza. Todos los Profetas eran los mejores creyentes y por lo tanto ejemplos perfectos de honradez. Para enfatizar este principio, Allah resume las historias de cinco Profetas usando las mismas palabras:
El pueblo de Noé renegó de los enviados. Cuando su hermano Noé les dijo: ¿Es que no vais a temer a Allah? Tenéis en mí a un enviado digno de confianza (26:105-7).
Sustituid el nombre Noé por aquellos de Hud, Lut, Shuayb y Salih, y tendréis una versión resumida de la honradez de estos cinco Profetas.
Mumin es también un Nombre Divino, ya que Allah es el Verdadero Mumin, la fuente de seguridad y fiabilidad. Depo­sitamos nuestra confianza en Él. El Todopoderoso distinguió a los Profetas por su honradez, y nuestra conexión con Él gracias a los Pro­fetas está basada completamente en su honradez y fiabilidad.
La honradez también es una cualidad esencial del Arcángel Gabriel. El Corán describe a Gabriel como uno que obedeció y fue digno de confianza (81:21). Recibimos el Corán por dos Mensajeros dotados de esta cualidad: el Arcángel Gabriel y el Profeta Muhammad. El primero lo transmitió, el segundo nos lo relató.
La honradez del Mensajero de Allah. Para todas las criaturas de Allah el Profeta Muhammad era totalmemente digno de confianza. Él era leal y nunca engañó a nadie.
Allah eligió al Mensajero por su honradez de modo que él se dedicara en exclusiva a la transmisión sincera del Mensaje. Él se dedicó tanto a su deber que repetía los versículos mientras Gabriel se los recitaba. Allah finalmente le reveló:
No te apresures en repetir lo revelado para no olvidarlo. A Nosotros nos corresponde la tarea de asentarlo en tu corazón y hacerte capaz de recitarlo. Lo único que has de hacer es seguir la recitación. Por nuestra parte seremos Nosotros quien lo expliquemos (75:16-19).
Como el Corán le fue dado como una responsabilidad, lo comunicó a la gente de la mejor manera posible. Dedicó su vida a esta causa sagrada, constantemente consciente de su responsabilidad. En el último año de su vida, cuando daba el sermón de la Peregrinación de Despedida en el Monte de Arafat, repitió los Mandamientos de Allah una vez más. Al final de cada frase, dijo a la gente: “En un futuro cercano, os preguntarán sobre mí”. Luego el Mensajero quiso saber si les había transmitido el Mensaje con propiedad y ellos respondían con gran entusiasmo: “¡Sí, así ha sido!” Entonces el Profeta le pidió a Allah que fuera testigo de estas palabras.[1]
Acontecimientos específicos que demuestran la honradez del Mensajero. El Mensajero de Allah nunca pensó ocultar ni una sola palabra del Corán. En realidad, leemos en el Corán unas cuantas leves amonestaciones divinas por algunas de sus acciones. Si él lo hubiera escrito, como unos equivocadamente defienden, ¿por qué habría incluido tales versículos?
El Profeta fue enviado a una sociedad primitiva caracterizada por costumbres que contradecían la razón así como las verdades sociológicas y científicas. Por ejemplo, en aquella cultura los niños adoptados tenían el mismo estado legal que los naturales, un hombre no podía casarse legalmente con la viuda o la ex-esposa de su hijo adoptivo. Esta práctica se abolió, ya que la adopción no crea una relación comparable a la que mantiene alguien con sus propios padres biológicos. Allah solucionó este problema, como siempre, por medio de las vivencias del Mensajero para separar una ficción legal de una realidad natural y establecer una nueva ley y costumbre.
Zayd, un esclavo negro emancipado y criado del Mensajero de Allah, era también su hijo adoptivo. A petición del Profeta, Zayd se casó con Zaynab bint Yahsh. Sin embargo, pronto quedo manifiesto que el matrimonio no duraría mucho tiempo. Admitiendo que él era espiritualmente e intelectualmente inferior a su esposa, Zayd pensó que sería mejor para él divorciarse. Al final, el Corán mandó que Muhammad se casara con ella: te la dimos como esposa (33:37).
Era obvio que hacerlo violaría un fuerte tabú social. Por ello y porque los Hipócritas usarían este argumento para difamarlo, retrasó el anuncio del decreto Divino. Allah lo reprendió como sigue:
Y cuando decías al que había sido objeto de una gracia de Allah y de una gracia tuya: “¡Conserva a tu esposa y teme a Allah!”, y ocultabas en tu alma lo que Allah iba a revelar, y tenías miedo de los hombres, siendo así que Allah tiene más derecho a que Le tengas miedo a Él que a nadie (33:37).
Aisha comentó: “Si el Mensajero de Allah pudiera haber ocultado cualquier Revelación, sin duda habría ocultado aquel versículo”.[2]
Si Muhammad no hubiera sido digno de confianza, habría eliminado dicho versículo. Sin embargo, un acto de tal índole era contrario a su carácter y misión, y significaría no haber transmitido el Mensaje de manera apropiada. Además, Allah le prohibió hacer algo así:
¡Mensajero! ¡Transmite la Revelación que has recibido de tu Señor ya que, si no lo haces, no cumples con tu misión de dar a conocer Su mensaje! Allah te protegerá de los hombres pues Él no dirige al pueblo infiel (5:67).
De este modo, el Mensajero de Allah difundió todo lo que le fue revelado.
Sus relaciones con los otros. El Mensajero de Allah era digno de confianza y animó a los demás a seguir su ejemplo. Una vez, durante los últimos diez días del Ramadán, su esposa Safiyya lo visitó mientras él velaba la mezquita. Cuando la acompañaba a su casa, se encontraron con dos Compañeros en su camino. El Mensajero los paró y descubriendo la cara de su esposa, dijo: “Esta es mi esposa Safiyya”. Ellos dijeron: “¡Mensajero de Allah! ¡Que Allah prohíba cualquier pensamiento mal sobre ti!” El Mensajero les prevenía de pensar mal sobre él porque esto podría hacer que perdieran su fe y entraran en el Infierno. Muhammad les dio a ellos y a nosotros una lección diciendo: “Satanás circula continuamente por los vasos sanguíneos de la gente”[3].
El Mensajero de Allah era la encarnación de la honradez. Su propia gente, antes de su Profecía, le llamaba Al-Amin-el veraz, que dice la verdad-. Después de su declaración, sus enemigos siguieron confiándole sus bienes preciosos.
Él previno a su gente contra la mentira, faltar a las promesas y el abuso de confianza. Todos estos fueron condenados como “los signos de la hipocresía”.[4] El Mensajero era tan meticuloso en este asunto que un día al ver a una mujer que llamaba a su niño diciéndole: “¡Ven aquí, te daré algo!”, le preguntó si ella decía la verdad. La mujer contestó que le daría un dátil a lo que el Mensajero de Allah respondió: “Si no le das nada, serás una mentirosa.”
Su preocupación por esto se extendió hasta los animales. Una vez, al ver que un Compañero trataba de engañar a su caballo, se enojó y le dijo: “Deja de engañar a los animales y sé honesto con ellos”.[5] Otra vez, cuando volvían de una campaña militar, unos Compañeros tomaron a algunas crías de pájaro de un nido para acariciarlos. Cuando la madre vio que sus crías no estaban en el nido empezó a volar alrededor llena de sufrimiento. Cuando el Mensajero de Allah lo vio, se disgustó tanto que ordenó que devolvieran las crías inmediatamente. Una orden semejante muestra que los representantes de la honradez no deberían dañar a ninguna criatura viva.[6]
Cada Compañero era una encarnación de la honradez. Por ello las ciudades y los estados se sometieron al Islam. Durante el califato de Omar, Abu Ubayda, la personificación de la justicia, comandó los ejércitos musulmanes en Siria. Cuando el emperador bizantino intentó recobrar Damasco, Abu Ubayda decidió evacuar la ciudad, porque las tropas bizantinas eran inmensamente superiores en número. Él reunió a la población no musulmana y anunció: “Os cobramos el impuesto de protección porque teníamos que defenderos. En vista de que ya no podemos defenderos contra el asalto bizantino, os lo devolvemos”. Así se hizo. Los sacerdotes cristianos y los rabinos judíos se quedaron tan satisfechos con la administración musulmana que acudieron a las iglesias y sinagogas para rezar y pedir a Allah que el ejército musulmán resultara exitoso.[7]
El Islam enfatiza la honradez y la confianza hasta tal punto que las habladurías y la desconfianza están prohibidas:
¡Creyentes! ¡Evitad suposiciones infundadas de las que una parte son pecados graves! ¡No espiéis ni calumniéis a nadie! ¿Os gustaría comer la carne de un hermano muerto? Os causaría horror... ¡Temed a Allah! Allah es indulgente, misericordioso (49:12).
Abu Huraira explica que una vez el Mensajero preguntó: “¿Sabéis qué significa la palabra rumor?” Los presentes respondieron que él lo sabría mejor que nadie. Entonces el Mensajero prosiguió: “Rumor significa aquello de lo que nunca se complacería uno de vuestros hermanos”. Uno de ellos dijo: “¿Y si el rumor es cierto?” El Mensajero respondió: “Si lo dicho resultara cierto, estarías rumoreando pero si por el contrario fuera falso, serías un calumniador”. [8]
El Profeta rezaba de esta manera: “¡Señor Mío, busco refugio del hambre en Ti! ¡Qué mala compañera es el hambre! ¡También busco el refugio de la traición en Ti! ¡Que mala confidente es la traición!”[9] También tenía palabras duras para aquellos que engañan y son desleales: “Cuando Allah reúna a toda la gente el Día del Juicio Final, se levantará una bandera en nombre de cada persona desleal. Y se anunciará: “¡Esta es debida a la deslealtad de tal y tal!”[10]
El corazón del Mensajero de Allah permaneció cerrado a todo lo maléfico, pero abierto a todo lo bueno. Vivió en un clima de seguridad, fidelidad y honradez. Nunca hizo trampas ni mintió ni engañó a la gente, tampoco chismeó, calumnió o albergó malas ideas sobre nadie. Por el contrario, la gente confió en él. Sus enemigos lo difamaron, pero nadie lo acusó nunca de ser mentiroso o desleal. Aquellos que le volvieron la espalda lo hicieron engañados y siguieron caminos equivocados.
El Mensajero de Allah era de total confianza. Su honradez abarcaba dos aspectos: su relación con la gente y su relación con Allah. El primero se manifestó como fiabilidad completa y el segundo como confianza perfecta en Allah. Cuando se combinan estos dos aspectos aseguran una atmósfera pacífica de firmeza y seguridad.
El Corán da varios ejemplos acerca de la confianza en los Profetas y en Allah. Citemos sólo unos cuantos:
Recítales la historia de Noé cuando dijo a su gente:¡Gente mía! Si mi presencia entre vosotros recordándoos las palabras de Allah os resulta insoportable, sabed que solamente confío en Allah. Reuníos para fijar una estratagema de modo que nada os desagrade y después aplicadme la sentencia sin demora (10:71)(Hud dijo a su gente): “¡Pongo a Allah por testigo y sed vosotros también testigos de que estoy al margen de todo en lo que vosotros creéis en lugar de Él. ¡Urdid algo todos contra mí y no me hagáis esperar!” Yo confío en Allah, mi Señor y Señor vuestro. ¡No hay ser que no dependa de Él! Mi Señor está sin duda en la vía recta (11:54-56)
Tenéis un bello modelo en Abraham y en los que con él estaban. Cuando dijeron a su pueblo: “No somos responsables de vosotros ni de lo que servís en lugar de servir a Allah. ¡Renegamos de vosotros! Os anunciamos que habrá, hostilidad y odio entre nosotros mientras no creáis en Allah el Único!” Por el contrario Abraham dirigió a su padre estas palabras: “Pediré perdón por ti, aunque no pueda prevenir lo que Allah te tenga guardado. ¡Señor! Confiamos en Ti y a Ti nos encaminamos hasta que lleguemos a Tu Paz” (60:4)
La naturaleza de la incredulidad es la desviación y la oposición. Los incrédulos ven el mundo en la oscuridad y se sienten solos en un mundo ajeno; los creyentes ven el universo entero como una cuna de hermandad, y se sienten relacionados con toda la creación. En su naturaleza, la incredulidad corta relaciones y por consiguiente, los incrédulos sienten enemistad contra todo, sobre todo contra los creyentes. Los primeros no pueden soportar la existencia de los fieles, por lo que hacen todo lo posible para erradicar la creencia. Por eso todos los Profetas encontraron fuertes oponentes y, con sus seguidores, sufrieron actos despiadados de crueldad. Pero debido a su plena confianza y dependencia total en Allah, no se desanimaron por lo que les afligía en el camino de Allah ni flaquearon ni se sometieron (3:146).
La confianza del Mensajero en Allah lo hizo intrépido. Él apareció en el centro de un desierto habitado por uno de los pueblos más incivilizados. A pesar de su duro tratamiento, y la hostilidad estridente de uno de sus propios tíos, desafió al mundo entero y, por la plena confianza depositada en Allah, llevó su misión a la victoria. Él tenía sólo un puñado de partidarios, y la victoria vino en un período de tiempo muy corto; es un éxito incomparable. Podemos comprender su valiente naturaleza, resultante de su confianza absoluta en Allah, por las anécdotas siguientes.
Los coraichíes estaban tan impacientes por matarlo que justo antes de su emigración a Medina, seleccionaron a un hombre de cada clan. Eran aproximadamente 200 guiados por Abu Yahl y Abu Lahab. Cercaron la casa del Mensajero de Allah. Él le pidió a su primo Ali que se acostara en su cama, y lanzó un puñado de polvo a los ojos de los enemigos recitando: Les hemos puesto una barrera por delante y otra por detrás, cubriéndoles de tal modo que no puedan ver (36:9), y él se marchó sin ser visto.[11] Dejó La Meca con su amigo íntimo, Abu Bakr, y llegó a la cueva Saur, que está en lo alto de una montaña. Cuando los jefes del Coraich vieron que él se había ido, enviaron una avanzadilla. Uno de ellos subió a la cima de la montaña hasta llegar a la cueva. Abu Bakr se preocupaba, temiendo por la vida del Mensajero de Allah. Sin embargo, el Mensajero lo consoló: ¡No te preocupes, ya que Allah está con nosotros! (9:40), y añadió: “¿Qué piensas tú que puede pasarle a dos hombres si Allah permanece a su lado como tercero?”[12]
En la Batalla de Hunayn, el ejército musulmán fue obligado a retirarse. Todos excepto algunos pensaban que estaban a punto de ser derrotados. El Mensajero de Allah espoleó su caballo adelante y gritó: “Soy un Profeta. ¡Esto no es una falsedad! ¡Soy el hijo de Abd Al-Muttalib!”[13] Su coraje y firmeza bastaron para que sus Compañeros se reunieran y salieran victoriosos del embate.
Como aparece relatado en varias fuentes, durante las campañas militares de Ghatfan y Anmar, un cacique valiente llamado Ghowras apareció de repente al lado del Mensajero de Allah tendido bajo un árbol. Desenvainando su espada, le preguntó: “¿Quién te salvará de mí ahora?” El Mensajero de Allah le contestó: “¡Allah!” y luego rezó: “¡Oh Allah, protégeme contra él como Tú quieras!” En aquel momento, Ghowras se cayó y su espada resbaló de su mano. El Mensajero de Allah lo recogió y le preguntó: “¿Ahora quién te salvará de mí?” Ghowras comenzó a temblar y suplicó por su vida: “Tú eres un hombre noble e indulgente; se espera de ti sólo el perdón”. El Mensajero de Allah le perdonó, y cuando Ghowras volvió a su tribu, dijo: “Acabo de regresar y he de deciros que he conocido al mejor ser humano de toda la existencia”.[14]
La honradez es una piedra angular de la creencia:
Allah os ordena devolver los bienes depositados a sus dueños y que cuando juzguéis entre los hombres lo hagáis con justicia. ¡Qué buenos son los consejos de Allah! En verdad, Allah es Quien todo lo oye y todo lo ve (4:58).
Según el Mensajero de Allah, el abuso de confianza es un signo del final de los tiempos: “Cuando se abusa de la confianza, esperad el fin de los tiempos”. Cuando sus Compañeros le preguntaron cómo se podría abusar de la confianza de alguien, contestó: “Cuando un puesto sea confiado a alguien no cualificado para ello entonces empezad a pensar en el fin de los tiempos”[15]
La asignación de gente cualificada a empleos o trabajos es una confianza social y desempeña un papel significativo en la administración pública y en el orden social. Su abuso causa el desorden social. Debería haber un orden en todos los niveles sociales, ya que las responsabilidades deben ser otorgadas tanto a unos como a otros. El Mensajero de Allah declaró: “Cada uno de vosotros es un pastor-un gerente-, y responsable de los suyos. El gobernante es un pastor responsable de sus súbditos. Un marido es un pastor responsable de su familia. Una mujer es responsable de la casa de su marido. Un siervo es un pastor responsable de manejar los deberes o la propiedad que su señor le confía”.[16] Si cada uno en una sociedad cumpliera con sus responsabilidades, viviríamos en “una sociedad de confianza”. Hasta este momento, sólo podemos imaginar tales utopías.
La honradez es un aspecto tan esencial de la creencia que el Mensajero de Allah una vez declaró: “Quien no es digno de confianza, no es un creyente”[17] y describió a un creyente como aquel a quien la gente confiaría su vida y propiedad.[18] Además dijo: “Prometedme seis cosas y yo os prometeré el Paraíso: Decid la verdad, cumplid vuestras promesas, si os dejan algo mantenedlo, permaneced castos y no participéis en actos ilícitos, no miréis lo prohibido evitándolo”.[19]
Incluso está prohibido mirar a alguien con quien no estás casado con lujuria. Allah dice: “Una mirada lujuriosa es como una flecha venenosa de la aljaba de Satanás. A quienquiera que tenga temor de Mí, le inculcaré una creencia tan firme en sus corazones que será apreciada por siempre jamas”.[20]
Vivir en la seguridad absoluta es sólo posible si la gente digna de confianza es poderosa. Si el mundo musulmán observa la Confianza Divina y se hace el representante de la honradez y seguridad en el mundo, será posible un “nuevo orden mundial” basado en la justicia y el equilibrio, si no, la humanidad seguirá a la caza de los espejismos de la justicia, la seguridad y la felicidad.
Por su veracidad, honradez y otras virtudes loables, el Mensajero de Allah dejó una señal imborrable en la gente de todos los tiempos. Cada palabra y hecho suyo proclama su Profecía, que él fue enviado para dirigir a la gente a la verdad, sacarles de la oscuridad de la ignorancia y del salvajismo, la esclavitud y la inmoralidad hacia la luz del conocimiento, la cima de la moralidad y el amor, la compasión y la verdadera libertad.[21]

[1] Abu Dawud, “Manasik” 56; Ibn Maja, “Manasik” 84; Ibn Kazir, “Al-Bidaya” 5:173.
[2] Bujari, “Tauhid” 22; Muslim, “Iman” 288.
[3] Bujari, “Itiqaf” 8; Ibn Maja, “Siyam” 65.
[4] Abu Dawud, “Adab” 80; Ibn Hanbal, 3:447.
[5] Bujari, “Iman” 24; Muslim, “Iman” 107.
[6] Abu Dawud, “Yihad” 112, “Adab” 164; Ibn Hanbal, 1:404.
[7] Abu Dawud, “Adab”164; Ibn Hanbal, 1:404.
[8] Abu Dawud, Edeb 40, (4874); Tirmizi, Birr 23, (1935); Muslim, Birr 70, (2589).
[9] Abu Dawud, “Witr,” 32; Nasa’i, “Isti‘aza” 19:20; Ibn Maja, “At‘ima,” 53
[10] Muslim, “Yihad” 9.
[11]Ibn Hisham, “Sira” 2:27.
[12] Bujari, “Tafsir” 9; Ibn Hanbal, 1:4.
[13] Bujari, “Yihad” 52; Muslim, “Yihad”78.
[14] Bujari, “Maghazi” 29, “Yihad” 83; Muslim, “Faza’il,” 13.
[15] Bujari, “Ilm” 2; Ibn Hanbal, 3:361.
[16] Bujari, “Yumua” 10; Muslim, “Imara” 20; Abu David, “Imara” 1.
[17] Ibn Hanbal, 3:135.
[18] Tirmizi, “Iman” 12; Ibn Maja, “Fitan” 2.
[19] Ibn Hanbal, 5:323.
[20] Hindi, “Kanz al-’Ummal,” 5:328.
[21] Una vez uno de los discípulos de Avicena le dijo que, gracias a su extraordinario poder de comprensión e inteligencia, podría reivindicar su condición de profeta y rápidamente obtendría gran número de seguidores. Avicena no dijo nada. Después de algún tiempo, ya llegado el invierno, empezaron un viaje. Avicena se despertó una mañana al amanecer y le pidió al mencionado discípulo, despertándolo, que le trajera un vaso de agua. Pero éste no accedió dándole excusas. Por más que Avicena insistió, el joven no pensaba abandonar su cama a esas horas. En ese momento, se escuchó la llamada a la oración: Allah es el más Grande...Atestiguo que no hay otro dios que Allah y que Muhammad es Su mensajero...Avicena, aprovechándose de esta oportunidad, respondió a la sugerencia del discípulo: ¿No recuerdas cuando me animabas a proclamar mi Profecía diciéndome que muchos discípulos me seguirían? Piensa en esto: Hace años que eres mi estudiante y tomas buena nota de mis lecciones pero no eres capaz ni siquiera de abandonar tu tibia cama para traerme agua. Sin embargo, este hombre, el que nos llama a la oración como otros han hecho en los últimos 400 años, sigue al Profeta auténtico. Él deja su cama, como hace cada mañana al igual que cientos de miles de personas, subió al minarete y proclamó la Unidad de Allah y la Profecía de Muhammad. ¿Puedes ahora comprender mi posición frente al Profeta?!(Tr.)

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